Compartimos un artículo sobre el dossier que el académico correspondiente de la AAL Alejandro Nicotra, con residencia en Córdoba, preparó durante la cuarentena donde reúne su obra completa.
La nota, que compartimos a continuación, fue preparada especialmente para este Boletín Informativo Digital de la AAL por Pablo Anadón, hijo de Alejandro Nicotra y un reconocido poeta al igual que su padre. El texto incluye cuatro poemas del académico, quien en enero cumplió noventa años. He aquí nuestro homenaje.
«Mi padre suele recordar que, en su niñez y adolescencia, cuando pasaba los veranos en la villa de Merlo, San Luis, de donde era la familia de su abuela materna, visitaba a menudo al poeta puntano Antonio Esteban Agüero, tío suyo, y que Agüero fue para él un silencioso maestro, no tanto de enseñanzas directas, aunque también las hubo, más que nada cuando le prestaba libros y le hablaba de poetas de entonces, sino sobre todo un magisterio de lo que es una vida de poeta, una existencia dedicada a la poesía.
Creo que mi padre también lo ha sido para mí, de parecida manera, asimismo quizás sin proponérselo. Y lo sigue siendo: en estos días, luego de casi un año de no verlo (el Valle de Traslasierra, donde él vivió hasta terminar la escuela secundaria y adonde luego de estudiar en la universidad ha vuelto, donde reside desde hace sesenta años, estuvo cerrado largo tiempo, por la cuarentena), lo primero que me dijo, al abrazarnos, cuando le pregunté cómo estaban, fue: “Aquí estamos, muy viejos…”. Me conmovieron esas pocas, sencillas palabras. Unas horas después, sin embargo, ya me contaba que en los dos últimos años, con unas pocas indicaciones que le había dado para tipear y diagramar los textos en un archivo de Word, había terminado de dactilografiar, letra por letra, palabra por palabra, verso por verso, todos sus libros de poemas, además de corregirlos y ordenarlos en tres tomos.
Son once libros publicados, y al final uno inédito, “Última cita”, bajo el título general de “Lugar de reunión”, que abarcan casi tres cuartos de siglo de escritura poética (1950-2020). “Es un legado para los hijos, para su publicación, o no, después de mi muerte”, le dijo hace unos días a un periodista que lo entrevistó por sus noventa años recién cumplidos. Ojalá su lucidez, su memoria, su talento, su salud, su voluntad y su ánimo poético sean hereditarios, y los tenga también yo cuando llegue, si llego, a su edad.
En lo que respecta a su legado de poesía, no me parece el caso de que quede para una edición póstuma: creo, en cambio, que su obra reunida debería ver la luz en vida, tal vez este año, si hay editores interesados en afrontar la publicación (si no los hubiere, francamente, hablaría muy mal de la industria editorial argentina dedicada a la poesía). En efecto, ¿cuántos otros autores de su generación —y de su valor— viven hoy en el país? Al margen de que sea mi padre, creo que pocos poetas argentinos actuales merecen tanto como él que su obra esté al alcance de todos los lectores, sin esperar a que el autor ya no pueda compartir esa alegría de tenerla delante de sus ojos, de sostenerla entre sus manos.
Aquí, para celebrar sus noventa años y sus ya más de setenta años de bodas con la poesía, un manojo de versos: de los libros ya publicados, “El pan de las abejas”, justamente dedicado a la memoria de Antonio Esteban Agüero, y “Venus”; de “Última cita”, su cuaderno inédito, “El llamado” y “Madrugada de invierno”, que conforman una suerte de arte poética y de vida».
Leer el artículo de Pablo Anadón, con los poemas de Alejandro Nicotra y sus datos biográficos.