Luces y sombras de lo abstracto y lo concreto en la enseñanza de la lengua

DILyF, AAL

En estos días de confinamiento obligatorio, muchas escuelas han optado por la continuidad de las clases mediante el recurso de la enseñanza virtual, para que los alumnos puedan seguir al día con las asignaturas regulares. El Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas se ha puesto a disposición de docentes y alumnos para ayudar a esclarecer consultas idiomáticas y dudas referidas a los contenidos de los distintos niveles de Lengua.

Entre las consultas más frecuentes, nos llegan las ya clásicas acerca de si tal o cual sustantivo es concreto o abstracto. La recurrencia de esta pregunta en los años que lleva funcionando el Servicio de Consultas nos ha obligado a repasar un poco estas nociones que, aunque de tradición filosófica, arraigaron en la gramática tradicional y han pervivido en los contenidos de primaria y nivel medio de la enseñanza de la lengua en nuestro país1.

Los nombres abstractos son, según la gramática tradicional, aquellos «que no designan una realidad material; p. ej., actitud, belleza, movimiento» (DiLE, edición en línea, https://dle.rae.es/ s. v. nombre). Para autores como Andrés Bello, estos sustantivos se refieren a «las cualidades que atribuimos a los objetos suponiéndolas separadas o independientes de ellos» (Gramática de la lengua castellana, 1847). Para Bello, el adjetivo abstracto significa en esta categoría separado, ya que los sustantivos abstractos designan entidades separadas de las cosas mismas, es decir, características o propiedades suyas relativas a su forma, tamaño, color, composición, uso, valor, etc.: firmeza o durabilidad, por ejemplo, son propiedades abstractas de cosas tan concretas como un postre o un par de pilas.

Sin embargo, según teorías más actuales como las que se desarrollan en la Gramática descriptiva2 o en la Nueva gramática de la lengua española3, esta categorización «de límites imprecisos» resulta a menudo «escurridiza» e insuficiente para analizar sustantivos que no derivan de otras clases de palabras (aquellos que terminan en -ura, -ancia, -ada, -anza, etc.). Las teorías modernas coinciden en afirmar que la distinción entre concretos y abstractos (según la forma en que tales entidades son percibidas) no se ve reflejada en todas las clases léxicas de sustantivos. Como concluye Ángela Di Tullio, «tal distinción quizás carezca de pertinencia desde el punto de vista estrictamente gramatical»4.

En general, estas categorías —al igual que las de individual y colectivo— no son absolutas: no se puede afirmar que todos los sustantivos de una lengua se dividan entre concretos y abstractos. Esta clasificación puede ser productiva para algunas clases de nombres (como los derivados de adjetivos, por ejemplo), pero no para todas.

Si bien los sustantivos noche, luz, sombra, fuerza o silencio son concretos según la definición tradicional, pueden ser empleados en un sentido figurado (dado por el contexto o por la intención del mensaje), y si interpretamos estos usos como abstractos, estaremos usando el término para alguna de esas acepciones, con frecuencia presentes en el diccionario (por ejemplo, noche como oscuridad o tristeza).

Si estas categorías deben ser explicadas a alumnos del nivel primario, se recomienda entonces que se consideren aquellos sustantivos que pueden ser considerados abstractos casi indiscutiblemente, como las formas derivadas: blancura, abundancia, dulzura. En el nivel medio, si el sustantivo no es de la clase de los derivados, pero puede ser considerado abstracto en alguno de sus sentidos figurados, es una excelente ocasión para abordar la dispersión semántica de ciertos términos y debatir con los alumnos acerca de por qué algunos nombres tienen tantas acepciones en el diccionario: he aquí una herramienta que nos puede sacar de la oscuridad más abstracta y orientarnos hacia un análisis productivo acerca de las clases de palabras.

 

Recomendaciones lingüísticas

La Academia difunde irregularmente a través de sus canales de Twitter y de Facebook recomendaciones lingüísticas y observaciones literarias, especialmente preparadas por el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL.

Aquí, las publicadas en el último mes:

  • #PalabrasNuestras: «Cascarita»: con el sentido de “costra pequeña que se forma sobre las heridas cuando están cicatrizando” entró en la última edición del Diccionario de la lengua de la Argentina (2019). ¿La usan en sus provincias o la llaman de otro modo?
  • En Cuyo y el NOA, el carnaval se llama «chaya» (del quechua «cháya», ´llegada´): «En cada rancho se cobijan los hombres bagualeros que el carnaval reclama, en esas tardes en que la chaya suelta sus palomas de harina» (A. Yupanqui)
  • La expresión «tener un corso a contramano» significa «estar alguien fuera de sus cabales»: «[…] a quien está confundido o postula ideas incompatibles con la sobriedad se asegura que tiene “un corso a contramano en la cabeza” » (E. Goldar)
  • #PalabrasNuestras: Entre otras acepciones, el adjetivo «pochoclera» se usa para describir una película destinada al puro entretenimiento, sin mayor contenido: «En vacaciones, me gusta ver películas pochocleras»

 

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1      Cfr. Poggio y Funes, «Enseñar gramática en la escuela media», en Lenguas en contexto, Revista de la Faculta de Lenguas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, n.º 12, ene.-dic. de 2015. Puede consultarse en línea: http://www.facultaddelenguas.com/lencontexto/app/revista/DIGITAL/6/revista-6.pdf.
2      Dir. por Ignacio Bosque y Violeta Demonte. Madrid: Espasa Calpe, t. I, pp. 47 y 48.
3      RAE y ASALE. Madrid: Espasa Calpe, 2009, pp. 796 y 797.
4      Manual de gramática del español. Buenos Aires: Waldhuter Editores, 2010.