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Palabras que enriquecen y palabras que empobrecen

 

Entre la xenofobia que en Estados Unidos condena a los hispanoparlantes y la incorporación masiva de anglicismos al español hay un punto intermedio, más equilibrado y sustancioso.


Crédito: Daniel Basualdo.

Sergio Sinay, en La Nación — De acuerdo con datos de la Oficina de Censos de los Estados Unidos, la población de origen hispano en ese país supera los 65 millones de habitantes. Esas personas tienen miedo hoy de hablar en su idioma de nacimiento en lugares públicos, según informaciones recientes. Podría costarles la cárcel o la deportación, sospechadas de terrorismo, inmigración ilegal o cualquier delito real o imaginario que la policía y los agentes migratorios están autorizados a endilgarles en medio de una oleada xenófoba y de una paranoia colectiva alentada por el gobierno de Donald Trump, como no se conocía desde los años nefastos del macartismo, en la década de los 50. En paralelo, en los países de habla hispana, con el nuestro, México y España a la cabeza, los anglicismos inundan el lenguaje y empobrecen su riqueza original. Backstage, marketing, speaker, master, head, mail, tablet, link, fast food, real state, son unos pocos y rápidos ejemplos entre los cientos que podrían citarse.

«Se usan términos en inglés como si las cosas al ser descriptas en ese idioma tuvieran más valor», advertía hace poco Darío Villanueva, presidente de la Real Academia Española. Y remataba: «detrás de esto subyace cierto complejo de inferioridad que me parece muy desagradable». José Luis Moure, académico correspondiente de la Academia Argentina de Letras [con residencia en Santa Fe], no acordó con esa mirada. «Hoy a nadie se le ocurre pensar que el español estuvo en peligro por la entrada de 4.000 arabismos en España, en su momento», declaró. «En el Río de la Plata, en el siglo XIX, pasó algo similar con los galicismos (palabras tomadas del francés)». Sin embargo, no todo es lo mismo. Hay casos en que dos idiomas se integran, se enriquecen mutuamente y crean nuevas dimensiones en el habla y el pensamiento. Y hay otros en que, por moda, por complejos como el citado por Villanueva o por afán de aparentar de los hablantes, una lengua desplaza a la otra, aun cuando esta sea generosa en vocabulario. Casi todo lo que, en el mundo de los negocios, en el deporte, en la moda, en el espectáculo, en numerosos documentos académicos, en las redes sociales e incluso en el habla cotidiana, se manifiesta a través de anglicismos tiene uno o más vocablos disponibles en castellano, e incluso podría expresarse con giros y frases más reveladoras […].

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