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El poeta y ensayista salteño fue reconocido recientemente con el premio Esteban Echeverría por su obra ensayística, que otorga la asociación argentina Gente de Letras desde 1981. Este año además fueron galardonados Rubén Balseiro por su obra poética y Graciela Bucci en narrativa.

Idangel Betancourt, en Página/12 — A sus 83 años, Santiago Sylvester [académico de número de la AAL] sostiene una producción de central vitalidad para la poesía argentina y de habla hispana. En 2023 publicó el ensayo Estar de Paso. La forma poética, con la editorial Visor, y en 2024, el poemario Tal vez llegue caminando, editorial Barnacle.
Miembro de la Academia Argentina de Letras, Sylvester se caracteriza por el ejercicio permanente de encontrar en la palabra un sentido vital, por eso rehúsa del academicismo, no así del rigor y de la búsqueda. Y así lo deja saber en esta conversación: «Desde hace algún tiempo se confunde ensayo con monografía (…) La monografía tiene otras intenciones: es un aprendizaje universitario y no tiene que ver con la creación literaria (…) practica una jerga de comprensión imposible para mí, que en cuanto aparece cierro el libro y me voy».
Me responde desde Buenos Aires, donde vive desde que regresó de su exilio de 20 años en Madrid, pero puedo imaginar su postura erguida y decir afable en las conversaciones de verano en Salta, lo que es en definitiva una marca de su poesía, un decir contundente, pero sin levantar la voz, como un café compartido. Precisamente, La conversación es el título que eligió para la antología de su poesía que publicó Visor; y sí, su obra se puede leer como una larga conversación, y sus libros en clave de ensayo: un hombre que ha desarrollado un método para que, llegado el momento, las palabras no finjan por él.
—Has dicho que «la poesía trabaja en lo inseguro», ¿crees que eso también puede aplicársele al ensayo?
—La propia palabra «ensayo» indica un «intento», algo a resolver. Fue Montaigne el que bautizó así este género, y el trabajo que hizo fue tratar de llegar a algunas conclusiones, sabiendo que no siempre se llega a una respuesta final. Es precisamente sobre cierta incerteza por donde se camina siempre.
—¿Crees que hay una poética creativa común al ensayo y la poesía, en el esfuerzo de ambos géneros de iluminar otros sentidos a lo preestablecido?
—Esto es así, al menos en el tipo de poesía que más frecuento; que es reflexiva, deudora de alguna lógica deductiva, y que apunta al conocimiento.
—Como todo gran lector, tienes autores recurrentes, sé de tu pasión por Quevedo, pero creo que al que vuelves siempre es a Montaigne, ¿qué te atrae de su lectura, y qué tiene Montaigne para decir a la actualidad?
—Es cierto que Montaigne me convoca siempre, por su «intento» de conocer. Su discurso nace de preguntas, aunque no siempre lo cierra con una respuesta, sino que es un «tratar de…», que pide continuidad. En este sentido, me parece que el propósito de Montaigne mantiene actualidad: no hemos dejado de buscar, de intentar, de acomodar la carga una y otra vez para seguir adelante. Pero me parece de interés hacer una distinción. Desde hace algún tiempo se confunde ensayo con monografía, que es totalmente otra cosa. Por de pronto el ensayo proviene de Montaigne, de Francis Bacon, pasa por el siglo de las luces, la Ilustración, y llega hasta el siglo XX con escritores como Octavio Paz o Borges. Mientras que la monografía tiene otras intenciones: es un aprendizaje universitario, y no tiene que ver con la creación literaria. Utiliza a Saussure, a los formalistas rusos, al estructuralismo, a Bajtín, etc., y practica una jerga de comprensión imposible para mí, que en cuanto aparece cierro el libro y me voy. Esta distinción me parece clave para saber de qué estamos hablando […].
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- VIDEO de la entrega del Premio Esteban Echeverría
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