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Como hombre de teatro participa de la institución que asesora y monitorea el idioma en la Argentina.

Patricia Kolesnicov, en Infobae — «A mí se me dieron todas las garantías de que yo puedo ser quien soy y aun así integrar la Academia», dice el actor, el director, el dramaturgo Rafael Spregelburd por Zoom, ahora que está a punto de hacer su ingreso formal a la Academia Argentina de Letras. Es que quien lo haya visto, por ejemplo, actuando en la película El hombre de al lado puede asombrarse de tenerlo como académico. Aunque algunas pistas hay.
[…] «Yo entro como dramaturgo», aclara Spregelburd. «¿Qué tiene que hacer un dramaturgo en una institución que se ocupa de monitorear el desarrollo del idioma y darle elementos a la Real Academia Española? Hay una relación importante en la dramaturgia con la oralidad», dice Spregelburd. Y eso ayuda a entender qué pasa con la lengua.
[…] —¿Y qué venís haciendo en la Academia?
—La función última de la Academia es asesorar a la RAE en la confección del diccionario. Esto a mí me parecía verdaderamente una sofisticación disparatada. El diccionario es incluso una cosa que muy poca gente consulta. La gente prefiere utilizar mal las palabras y decir, «bueno, que sea la época la que se adapte a mí y no yo a las palabras que ya existen» y yo creo que eso es un proceso natural. Pero la confección del diccionario es vista en detalle y en profundidad, es un acercamiento filosófico a nuestra manera de entender el mundo.
—Vos hablás varios idiomas...
—Tal vez sea otro de los motivos por los cuales me han incorporado. Soy traductor y en el campo de la traducción uno empieza a darse cuenta de que hay palabras que tu lengua ha definido mejor o peor que otras. Pensaba, por ejemplo, en el equívoco de la palabra «siniestro» en la psicología freudiana. Freud jamás escribió la palabra «siniestro» [N.de la R.: uno de sus trabajos más difundidos se conoce como «Lo siniestro»]. Él utiliza el término «unheimlich», que es algo así como lo no hogareño o aquello que, pudiendo ser cercano o casero, no lo es. Alguien decidió, a partir de la traducción inglesa del alemán, que esa palabra era parecida a «lo siniestro» y se decidió «siniestro», pero siniestro tiene unas connotaciones que «unheimlich» no tiene. Bueno, hay casos como este y casos geopolíticos de un enorme valor.
[…] —Uno puede pensar que la Academia se compró un contreras, alguien que les dice: «Ustedes se ocupan del texto escrito y yo voy a decir no confíen en el texto escrito».
—Es que la Academia tiene que hacerse cargo de que la palabra es, en principio, oralidad. Está demostrado, además, que nosotros pensamos si las palabras representan sonidos en nuestro cerebro. No pensamos la palabra escrita. Uno debe leérsela en voz baja al cerebro para que el cerebro piense. La palabra siempre es oral. La escritura es un accidente de su conservación. Pero no hay manera: uno lee una novela en soledad y se la lee a sí mismo. Y para poder escucharla, para poder entenderla, las palabras resuenan. Lo que uno memoriza son fonemas, no son significados […].
Leer la entrevista completa en Infobae.
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