|
Dirigió en Alemania, España e Italia y escribió algunas de las obras más singulares del teatro argentino. Hoy las plataformas volvieron popular varias de las cincuenta películas que rodó. Regresó a la Argentina para acompañar a Diego Capusotto en Tirria, una puesta «singular y con lenguaje propio» que combina la historia y el absurdo.

Dolores Moreno, en Gente — Rafael Spregelburd [académico de número de la AAL] no entra en ninguna categoría. Actor de más de cincuenta películas, dramaturgo con un reconocimiento que excede fronteras y director con proyectos en Italia y Alemania, se define, sin embargo, en una charla con Revista Gente, como «100% argentino». Con un apellido que habla de raíces europeas pero una biografía hecha en Buenos Aires, empezó a dar sus primeros pasos en el teatro independiente porteño, de la mano de maestros como Mauricio Kartun y Ricardo Bartís, en plena ebullición del Parakultural.
Desde ahí su carrera se bifurcó: mientras en la Argentina era un nombre clave del teatro independiente, en Europa su dramaturgia encontraba escenarios más sólidos. Aprendió idiomas casi por necesidad (inglés, alemán, italiano, francés, catalán, danés y ahora noruego) y se convirtió en un referente del teatro contemporáneo. Sus obras Lúcido y Bizarra se siguen representando en ciudades italianas y sus seminarios en universidades como la de Bari o el Teatro Stabile de Torino lo confirman como un autor imprescindible.
En los últimos tiempos, su presencia en cine lo volvió más popular de lo que imaginaba: películas independientes que había filmado años atrás aparecieron de golpe en Netflix, y una comedia romántica con viajes en el tiempo se estrenó en Prime Video. Entre la calle Corrientes, las plataformas y sus viajes constantes, Spregelburd construyó una carrera singular, que se mueve entre lo académico y lo popular.
Si bien en España se consolidó como uno de los grandes actores argentinos, el verdadero lugar de Spregelburd fue Italia. No fue casual: una traductora brillante, Manuela Cherubini, convirtió sus textos locales en obras universales, y el público italiano los recibió como propios. Desde entonces, Parma, Nápoles y Udine se volvieron sus escenarios más frecuentes.
«En Roma casi no hay teatro», aclara, con una sonrisa. Su trabajo está en otras ciudades, donde la tradición teatral es fuerte y las instituciones culturales ofrecen un sostén que en la Argentina resulta cada vez más esquivo. Entre diciembre y febrero se instala allá con su familia; el resto del año viaja en períodos cortos para no interrumpir la vida de sus hijos.
—Tu primer gran desembarco internacional fue en Londres en 1998 y después vinieron Hamburgo, Berlín y Barcelona. ¿Cómo recordás esa primera experiencia europea y en qué momento sentiste que tu obra podía ser comprendida más allá de la Argentina?
—Ese paso por Londres resultó decisivo porque me obligó a pensar qué parte de mi teatro podía volverse internacional. Después vinieron Alemania y España, y fue natural entender que no importaba tanto dónde estabas, sino qué estabas contando.
—En Italia encontraste una continuidad que sorprende para un país con poca tradición de teatro contemporáneo. ¿Qué creés que vio el público italiano en tus obras que permitió esa identificación?
—Creo que se reconocieron en lo que parecía muy argentino. Hay algo genético que compartimos, que hizo que mis obras fueran adoptadas como propias. Lúcido y Bizarra no dejan de representarse allá, y eso me sigue asombrando.
—Aprendiste varios idiomas para poder trabajar en distintos países. ¿Cómo fue ese proceso personal y profesional y cómo incide en tu manera de dirigir y escribir?
—Fue una necesidad práctica. Dirigir en italiano o alemán era inevitable si quería trabajar. Y después descubrí que también enriquece: un idioma nuevo te obliga a pensar distinto, a ordenar las ideas de otro modo […].
Seguir leyendo la entrevista en Gente.
- VIDEO: Rafael Spregelburd en Pasarla Bien, podcast con Clemente Cancela y Diego Della Salla
- VIDEO: Entrevista a Rafael Spregelburd con Carlos Polimeni, por la AM 530
- VIDEO: Charlas de ascensor, del Canal de la Ciudad, con Rafael Spregelburd
|
|