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Rafael Felipe Oteriño:
«Los modos más rebajados del habla reflejan frustración e impotencia»

 

La profusión de contenidos en las redes empalidece la calidad de expresión, dice el presidente de la Academia Argentina de Letras, para quien el lenguaje de la política no está exento de esta modalidad veloz e invasiva.

rafael felipe oteriño

Daniel Gigena, en La Nación — «En el debate público siempre hubo confrontación», dice el poeta y ensayista Rafael Felipe Oteriño sobre el estado actual del debate público en la Argentina. Exjuez —es también abogado—, preside desde este año la Academia Argentina de Letras (AAL), institución creada en 1931 que depende de la Secretaría de Educación de la Nación. Oteriño, autor de libros de poesía y ensayo, ocupa el sillón número 10 de la institución, «Carlos Guido y Spano». Ejerce su cargo, al igual que los demás miembros de la AAL, entre los que hay lingüistas, narradores, filólogos, dramaturgos, poetas, ensayistas y filósofos, ad honorem. Para Oteriño, la polarización es un síntoma de la inestabilidad que signa la vida política en el país, donde los argumentos parecen ir por detrás de los temperamentos. «Los modos más rebajados de la expresión verbal son una forma de la insatisfacción y la impotencia», señala.

[…] Como presidente de la Academia de Letras, Oteriño preside las sesiones y dirige los debates, además de interactuar con las otras academias; en lo interno, registra las tareas inherentes a la investigación lingüística, filológica y lexicográfica que se llevan a cabo. «Nuestra gestión tiene el propósito de darle a la Academia una mayor apertura hacia la sociedad, para facilitar los servicios de consulta, tanto sobre temas gramaticales y filológicos como del acervo bibliográfico —cuenta—. En lo institucional, mantengo contacto directo con el funcionario dispuesto al efecto por la Secretaría de Educación y con el propio secretario de Educación, Carlos Torrendell, con quienes nos encontramos colaborando en la realización de las próximas ferias de Educación, Ciencias y Tecnologías, que se desarrollarán entre octubre y noviembre».

—¿De qué forma la Academia renueva su vínculo con la sociedad?

—La Academia actualiza de continuo su relación con la sociedad. En la página web (aal.edu.ar) se publican todas las actividades, actos públicos y novedades de relieve. También se publica todos los meses el Boletín Digital. Tenemos dispuestas tres vías para atender consultas idiomáticas y bibliográficas: el correo electrónico, la línea telefónica y, también, la tradicional modalidad presencial. Y el año próximo se pondrán en práctica visitas guiadas de carácter mensual, que serán realizadas por los propios académicos e importarán un recorrido por la historia de la lengua y la literatura argentinas.

[…] —¿Cómo ve el estado del idioma en la vida cotidiana de los argentinos?

—Como es natural en tiempos de tanta comunicación, interacción e información múltiple y casi instantánea, lo observo vivo, en permanente cambio y con un incremento de nuevos vocablos. La novedad está dada por la impronta audiovisual de los dispositivos electrónicos y las redes, que imponen a esos cambios una velocidad más marcada que la proveniente de la comunicación escrita tradicional.

—¿De qué modo afectan las redes sociales al idioma?

—Lo afectan, tanto positiva como negativamente. En lo positivo, baste señalar que nunca hemos estado tan comunicados como en el presente. Hoy la información es inmediata y está expedita en el dispositivo que tenemos en el bolsillo. Los aspectos nocivos son varios: la profusión ilimitada de contenidos empalidece la calidad de la transmisión y no permite diferenciar lo importante de lo menos importante, su carácter vertiginoso conspira contra la eficacia del mensaje, los léxicos y hasta las palabras aisladas se distorsionan hasta el extremo de lo ininteligible; en su afán de prontitud, los vocablos son sustituidos por íconos y signos que no explican ni informan, solo comunican estados de ánimo.

[…] —Las culturas digitales y la IA son un tema a abordar en el próximo Congreso Internacional de la Lengua Española. ¿Qué desafío tienen para la lengua?

—La IA es una avalancha, algo incontenible, por lo que el mejor criterio a adoptar es vérselas con ella y comenzar a tender puentes. Por lo pronto, procurar que los contenidos que incorpora sean acordes a la lengua, ya que uno de los riesgos de su accionar es que adopte un seudolenguaje que contribuya a la confusión antes que a la comunicación. No debe perderse de vista que crea dependencia y que, en su tendencia a disparar verdades que no han sido objeto de prueba y error, su primer efecto es el de limitar el pensamiento crítico. Otro aspecto que también preocupa es que no respete los derechos intelectuales y se valga del patrimonio lingüístico en su exclusivo provecho. Sin desconocer que en lo laboral tiene múltiples aspectos positivos, lo cierto es que la IA puede ayudar según como se la use. Por eso, las personas y las empresas que la administran deben estar sujetas, como todo operador social, a códigos morales y éticos. Sobre este y los otros temas del Congreso expondremos los participantes de la AAL.

—¿Las empresas tecnológicas se interesaron por los contenidos de la AAL?

—Hemos tenido contactos que todavía no se han formalizado. Estamos en la tarea de examinar los contratos de suministro de contenidos literarios que nos han propuesto. Son de contenido predispuesto y no podemos adherir a ellos sin introducir objeciones. El material en cuestión tiene autores y eso no puede ser soslayado.

—¿Por qué la Real Academia Española y las academias de la lengua abogan por el «lenguaje claro»? ¿La burocracia lo ha oscurecido?

—La RAE y las academias de la lengua española se han puesto a la cabeza en la prédica de un lenguaje claro como servicio ciudadano. La intencionalidad está puesta en los ámbitos administrativos, judiciales, legislativos y de los distintos organismos y personas públicas y privadas que emiten órdenes, señales, mensajes, instrucciones, prescripciones, guías. Se procura la utilización de un lenguaje claro y accesible que tenga en mira las circunstancias del destinatario, sobre todo cuando hay asimetría entre las partes. Esto se da, particularmente, en los lenguajes de especialidad que, por su propia naturaleza, no se generan a partir de una inteligibilidad común. En estos contextos, la accesibilidad del lenguaje debe ser una propiedad ética del Estado de derecho. De más está aclarar que la literatura de creación está libre de este reclamo: en ella opera la más absoluta libertad del autor.

[…] —¿Cuándo y por qué quiso dedicarse a escribir poesía?

—Joven, aproximadamente a los quince años. Luego estudié Derecho y cursé Letras. La primera, porque creo que hay un orden; la segunda, porque ese orden no lo explica todo. La forma breve, concentrada, musical e intensa del verso, con su capacidad de abordar libremente los temas, explorarlos y discernirlos, me ofreció la estructura para dar respuesta a lo que de ordinario no la tiene. Descifrar y cifrar son las dos acciones que, para mi gusto, componen la escritura de poesía.

—¿Cómo aborda en su caso la creación literaria? ¿Por qué afirma que se puede pensar la poesía? ¿Hay en conflicto «tendencias» o modos de entender la poesía?

—En algún libro reciente afirmo, en efecto, que se impone «pensar» la poesía, a fin de comprender que, como la vida, también ella está atravesada por la temporalidad. Que hoy no se puede buscar la poesía únicamente en el marco de las preceptivas tradicionales, puesto que, sobre todo en América y España, se la escribe en verso libre, blanco, y solo asistida por la musicalidad que le dan los acentos y el tono de una voz poética nada retórica. Que hoy son otras las notas que la caracterizan: concentración, intensidad y velocidad de impacto. Que ha perdido el carácter hímnico, prosopopéyico, que pudo tener en la Antigüedad, y hasta también en parte su perfil celebratorio, para refugiarse en la más estricta introspección y convertirse en una voz meditativa que no dice más de lo mismo, sino lo otro de lo mismo […].

Leer la entrevista completa en La Nación.

 


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