|

Errol Flynn en Las aventuras de Robin Hood
La Nación — Cuando en la niñez empecé a leer libros, uno de los primeros fue Robin Hood. Lo devoré. Tenía nueve o diez años. Casi al mismo tiempo vi en el cine Las Aventuras de Robin Hood (1938), dirigida por Michael Curtiz. con Errol Flynn (1909-1959) como Robin, en technicolor, en una época aún escasa en filmes de color. Disfruté esa película tanto como lo haría más tarde con Los tres mosqueteros, dirigida por George Sidney, con Gene Kelly, Lana Turner y June Allison. Pero faltaba Flynn, un hombre de una simpatía arrolladora y de una cara mucho más moderna y hermosa que la de sus colegas.
En la vida real, Errol era un aventurero como los que encarnaba en Hollywood. Las mujeres se le tiraban encima. Y si no lo hacían, era él quien se arrojaba sobre ellas. Vivía tomando alcohol y drogas. Todo lo solucionaba con su célebre sonrisa, su encanto, y también sus puños. Uno de sus mejores films fue Gentleman Jim, El caballero audaz, a las órdenes de Raoul Walsh, en la que encarnaba al púgil James J. Corbett, el primer boxeador en ganar el título mundial bajo las reglas de Queensberry (Wikipedia dixit). Es una de sus mejores películas.
Flynn era un hombre muy ágil, sus piernas le habían permitido trabajar sin dobles, ser un buen esgrimista y en el ring boxeaba con una elegancia envidiable, a pesar del alcohol, las drogas y los excesos, particularmente sexuales. Le gustaban las mujeres, en especial las muy jóvenes. Eso sí era un problema. Las adolescentes, menores de edad, sucumbían a su apostura. Dos de ellas lo acusaron de haberlas violado. No eran cándidas doncellas, tenían un pasado turbulento, pero no era ese pasado lo que se discutía. Las muchachas se contradijeron y el jurado, integrado por nueve amas de casa y dos hombres, absolvió a Flynn […].
Seguir leyendo el artículo del académico de número de la AAL Hugo Beccacece publicado en La Nación, el viernes 29 de agosto.
|
|